Tras su investigación sobre la tragedia griega Alfredo Sanzol y Andrés Lima presentan dos textos de nueva creación que inciden en el humor, sus mecanismos y su capacidad de reflexión
El Teatro de la Ciudad, Premio Max 2016 a la Mejor Producción Privada de Artes Escénicas, regresa a La Abadía, coproductor del proyecto, después de acometer la investigación sobre la tragedia griega en su primera temporada (Medea, Antígona y Edipo Rey). Para la presente temporada Alfredo Sanzol, Andrés Lima y todo su equipo se enfrentan ahora al reto de desentrañar la comedia. A lo largo de este último año se ha realizado un total de ocho talleres para profundizar en el arte de hacer reír, en el sentido del humor, en la risa.
¿Es la comedia constructiva? ¿Por qué el paso del tiempo transforma la tragedia en comedia?… “Cuando pase el tiempo nos reiremos de esto”, decía ella llorando a moco tendido. ¿Es menos profunda la comedia que la tragedia? ¿Cómo se hace reír? ¿Qué diferencia hay entre un payaso y un bufón, entre un comediante y un clown? ¿Es el sentido del humor una forma de ver la vida? ¿Y de vivirla?
El proceso culmina con la producción de dos espectáculos de nueva creación que se exhibirán en ambas salas del Teatro de La Abadía desde finales del mes de abril. Cada uno a su manera y con el sello de su autoría, jugarán con motivos y tramas de la comedia de Shakespeare, el indiscutible maestro que recoge no solo la tradición clásica sino también la de la commedia dell’arte, los cómicos ambulantes y las historias tardomedievales de figuras como Boccaccio. Desde el 27 de abril al 4 de junio podremos ver a Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón en La Ternura, de Alfredo Sanzol, en la Sala José Luis Alonso. El Sueño de Andrés Lima podrá verse en la Sala Juan de la Cruz del 10 de mayo al 18 de junio con Chema Adeva, Laura Galán, Nathalie Poza, Ainhoa Santamaría y María Vázquez en el reparto.
Aperitivos shakesperianos a cargo de Dan Jemmett
Junto a los dos montajes y a modo de enlace entre ellos Dan Jemmett prepara un menú parateatral que ofrecerá a los asistentes la posibilidad de vivir 11 experiencias escénicas diferentes. Moviéndose por diferentes partes del jardín de La Abadía a partir del momento en que ambos espectáculos estén en cartel, Jesús Barranco interpretará a un ser indefinido, ni hombre ni mujer, mitad Puck mitad Calibán, que brindará a gusto del consumidor acciones lúdicas relacionadas con el amor, el deseo, la vida de pareja, con resonancias de Shakespeare y actuales.
Partiendo del Manifiesto Contrasexual de Paul B Preciados, Puck/Barranco, alegre y transgresor, improvisa sus actuaciones a la venta. Todo dependerá de lo que pase en la tarde… Dependerá de cómo se relacione con el espectador y hasta dónde esté dispuesto el espectador a dejarse llevar. Todo será posible en este espectáculo o invasión escénica que tendrá lugar antes, durante y después de las dos funciones.
La Ternura, amores posibles en situaciones imposibles
El primero en estrenar será Alfredo Sanzol con La Ternura, una comedia romántica de aventuras en la que intenta trasladar la imposibilidad de protegernos del dolor que produce el amor, porque si queremos amar nos tenemos que arriesgar a sufrir. Tampoco los padres pueden proteger a los hijos del sufrimiento de la vida porque eso pone en peligro la vivencia de una vida plena. Para Sanzol el espectáculo se llama La Ternura “porque habla de la fuerza y de la valentía para amar. La ternura es la manera en la que el amor se expresa. Sin ternura el amor no se ve. La ternura son las caricias, la escucha, los pequeños gestos, las sonrisas, los besos, la espera, el respeto, la delicadeza. Una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra”.
La Ternura cuenta la historia de una reina algo maga y sus dos hijas princesas que viajan en la Armada Invencible obligadas por Felipe II a casarse en matrimonios de conveniencia con nobles ingleses una vez que se lograse con éxito la invasión de Inglaterra. La Reina Esmeralda odia a los hombres porque siempre han condicionado su vida y le han quitado la libertad, así que no está dispuesta a que sus hijas tenga el mismo destino que ella. Cuando la Armada pasa cerca de una isla que La Reina considera desierta crea una tempestad que hunde el barco en el que viajan. Su plan es quedarse a vivir en esa isla con sus hijas para no volver a ver un hombre en su vida. El problema es que eligen una isla en la que desde hace veinte años viven un leñador con sus dos hijos que huyeron allí para no volver a ver una mujer en su vida. En cuanto la reina y las dos princesas descubren que no están solas se visten de hombres para protegerse. Y aquí comienzan las aventuras, los líos, los enamoramientos, y las confusiones.
En La Ternura se ve la influencia sobre todo de La Tempestad, y de Noche de Reyes, pero también de Como gustéis, de Mucho ruido y pocas nueces y del Sueño de una noche de verano. El juego, el engaño, los cambios de identidad, la confusión de personalidades, los espacios como elementos mágicos, los bosques, las islas… todo ello forma parte del imaginario shakesperiano interiorizado por Sanzol: “Quiero que La Ternura sea una comedia romántica con islas desiertas, naufragios monumentales, reyes frágiles, y reinas soñadoras, leñadores miedosos y pastoras tempestuosas, seres mágicos, situaciones imposibles, amores posibles, cambios de identidad, pasiones desatadas, odios irracionales, deseos incendiarios, giros sorprendentes, fantasmas borrachos, apariciones, desapariciones, encuentros, desencuentros y un deseo que une a todos: el deseo de encontrar La Ternura como sea, donde sea, con quien sea”.
Una vez más el director se rodea de su equipo de confianza, no solo en el reparto (Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras y Eva Trancón) sino en la escenografía y vestuario, a cardo de Alejandro Andújar, la iluminación de Pedro Yagüe y la música de Fernando Velázquez.
Sueño, comedia muy trágica
Andrés Lima ya se ha acercado en varias ocasiones al humor y al horror de Shakespeare, en torno a las figuras de Falstaff, Tito Andrónico y Macbeth. Ahora se busca su propio camino a través del bosque del Sueño de una noche de verano, conectando el pálpito del “eros” y “thánatos” de esta comedia con un recuerdo personal de otra naturaleza bien distinta, cuando falleció su padre.
Y así, seguramente, se ampliará aún más el mundo de contrastes que impera en la obra original de Shakespeare, escrita curiosamente en medio del invierno, pese al título y a la temperatura que exhala: la delicadeza humana y el instinto animal, lo etéreo y lo terrenal, lo onírico y lo banal, el artificio frente a lo natural, el desenfreno y lo racional, el deseo y lo real.”
En la versión de Andrés Lima un viejo recuerda. Un viejo le cuenta a una loca su vida. Parece un sueño. De joven se enamoró de Elena, la reina de la hermosura, que es muy fea. Y su amiga Titania, amiga de él y hermana de ella, se enamoró de su amigo, de él, Javier, que se convirtió en un asno y rebuznaba poemas de amor de Shelley para Elena, pues despreciaba a Titania, diosa enana. Elena, bella fea, que quería al que no le quería, ora si ora no, porque es caprichosa como las ostras o las setas. La música trance les envuelve en el bosque y el deseo les consume en la residencia de ancianos. Solo la loquita mantiene la cabeza sobre los hombros… y acompaña al viejo a una buena muerte.
Lima reflexiona: “¿Por qué decimos ‘te necesito’? ¿Cuál fue tu primer amor? ¿Qué te vuelve loco: un amor no correspondido o una vida no vivida? ¿Por qué nos intranquilizan los locos?, ¿y los simples? ¿Qué hay después de la muerte? ¿Y antes? Quiere esta comedia mirar el placer y el dolor y darle sentido a este baño de sensaciones que puede ser el amor a la vida”.
Nuevos conceptos para volver a las raíces
Teatro de la Ciudad es un proyecto concebido como una apuesta por la investigación, reflexión, creación, producción y exhibición del teatro contemporáneo. El proyecto aglutina toda la experiencia profesional de los impulsores y de sus equipos. Condicionados por el tiempo convulso en que vivimos, proponen hacer un teatro riguroso, de calidad, que no sólo dependa del éxito de taquilla. Un teatro que nace del deseo de vincular la formación y la exploración compartida a la creación y presentación de espectáculos. Nuevos conceptos para volver a las raíces…
Después de la grata aventura conjunta de adentrarse en las tragedias grecolatinas, el Teatro de La Abadía coproduce y acoge al TdlC, que aúna la energía y el talento de Andrés Lima y Alfredo Sanzol y sus respectivos equipos, abiertos a sumar a otros creadores, como es el caso de Dan Jemmett en la presente temporada. Un teatro que parte de una premisa afín a La Abadía, el deseo de vincular la formación y la exploración compartida a la creación y presentación de espectáculos.