El texto cuenta en clave de comedia las alegrías y penas de una mujer separada en trance de recuperar su autoestima y de rehacer su vida
Empezar de nuevo y volver al principio vital, el continuo movimiento que todos efectuamos sin ser conscientes pero que determina nuestra existencia, respirar, ese es el punto de partida del esperado espectáculo nuevo de Alfredo Sanzol, La Respiración, que podrá verse en el Teatro de La Abadía desde el 20 de enero al 28 de febrero. Se trata del estreno absoluto de un montaje, coproducción entre La Abadía y LAZONA, que cuenta en clave de comedia las alegrías y penas de una mujer separada en trance de recuperar su autoestima y de rehacer su vida, Nagore, interpretada por Nuria Mencía (que ya interpretó un personaje del mismo nombre en En la luna, también de Sanzol, en una producción del Teatro de La Abadía ganadora de tres Premios Max). El reparto se completa con Pau Durà, Pietro Olivera, Martiño Rivas, Camila Viyuela y Gloria Muñoz, que interpreta a su madre y es quien le azota la conciencia con sus consejos. Le anima aque se adentre en otros mundos, que empiece a descubrir otras posibilidades para que no se quede aferrada al recuerdo. La memoria tiene que servir para crear algo nuevo, le dice, hay que vaciar el cuerpo y la mente como quien vacía un armario para que entren cosas nuevas. ¡Hay que respirar!, y eso se lo vuelven a enseñar el profesor de yoga, el fisioterapeuta, el entrenador personal… Todos ellos tejen una red de relaciones familiares y afectivas en torno a Nagore que la ayudarán a encontrar un nuevo equilibrio.
“Quiero volver a tener una familia”. Con esta frase inequívoca de Nagore comienza la primera escena. Las peripecias de la obra, que se suceden con una aceleración propia de la comedia pero sin impedir que aflore la emoción, son el recorrido que la protagonista necesita para coger el aliento suficiente para poder abordar una nueva etapa vital y afectiva. La Respiración habla de la facilidad, o no, de asumir cambios vitales, de tener una actitud flexible frente a ellos, y del carácter excluyente y posesivo del amor frente a una energía más abierta, compartida. El texto reflexiona sobre cómo amamos y cómo el amar a unos no significa necesariamente dejar de amar a otros. También habla de la conexión entre la mente y el cuerpo, de cómo se nutren y se reflejan el uno en el otro y la importancia de cuidar de ambos a la par.
A lo mejor todo lo que vemos en el escenario transcurre en la cabeza de Nagore, es una fantasía; por eso no hay necesidad de recrear los espacios físicos y los actores no salen de escena. En ese mundo de imaginación todos se aman, todos se quieren y todos comparten cosas. El punto de partida es el miedo a la soledad. Y si es en efecto una fantasía, es la madre quien la ha preparado para que Nagore entienda que existen otras maneras de vincularse, para que salga de ese pozo en el que se encuentra a través del acercamiento a otras realidades y para que el viaje le ayude a ver y valorar por sí misma cómo se puede estar sola y sentirse bien, y cuál es el tránsito necesario para recuperar el bienestar.