Tras agotar localidades la pasada temporada, La Abadía ofrecerá, entre el 25 de abril y el 19 de mayo, diez únicas funciones por espectáculo
La pasada temporada la Memoria Histórica vertebraba la programación del Teatro de La Abadía con el objetivo de propiciar el debate social. Para ello abordábamos un ciclo que planteaba reflexiones sobre la Guerra Civil, la posguerra y la Transición al hilo de tres espectáculos de producción propia: Unamuno: venceréis pero no convenceréis, Azaña, una pasión española y Tiempo de silencio. Tres montajes con sello Abadía que dejaron su impronta en los espectadores y en la crítica, y que por derecho propio se han ganado un hueco en la programación de 2019.
José Luis Gómez regresa ahora a las tablas de La Abadía para poner en escena su compromiso con la Memoria Histórica y la lengua castellana a través de su díptico sobre dos de las figuras más relevantes de la reciente Historia de España: Don Miguel de Unamuno y don Manuel Azaña, habitados ambos por contradicciones profundas y enfrentados entre sí, son, ambos, figuras insustituibles para entender nuestro pasado, reconstruyendo el presente, afirma Gómez, protagonista de ambos monólogos.
Dos propuestas escénicas diferentes, Unamuno, tan sencilla como espectacular, Azaña más intimista, que se complementan y dialogan entre sí.
Con un lleno total en La Abadía, posterior gira y un acumulado de más de 12.000 espectadores desde su estreno la pasada temporada, Unamuno: venceréis pero no convenceréis y Azaña, una pasión española,demuestranque en el contexto actual la figura y la palabra de estos dos pensadores son absolutamente urgentes y necesarias, y nos enseñan que solo el diálogo puede crear una base sólida para una sociedad en democracia.
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Unamuno: venceréis pero no convenceréis , codirigido por Gómez y Carl Fillion, es un montaje sobre el novelista, pensador, poeta, profesor, traductor, dramaturgo, insigne miembro de la Generación del 98 y el rector de la Universidad de Salamanca más joven de la historia. Un intelectual, una figura iconográfica dentro y fuera de nuestras fronteras. Esta evocación teatral compleja y poética del filósofo y erudito vasco a través de sus discursos, cartas y poemas tardíos, indaga en la parte más humana de un intelectual lleno de contradicciones. Sus últimos meses de vida antes de fallecer el 31 de diciembre de 1936 en su casa en Salamanca fueron meses de reclusión, soledad y desencanto. Tiempo de “desnacer”. Abrumado por las ruinas de la guerra, la angustia y el sentimiento trágico de la vida, acomete lo que será, en palabras de José Luis Gómez, uno de los hechos de mayor valentía intelectual de la Historia de España. Sus palabras en el paraninfo el 12 de octubre de 1936 ante académicos, falangistas, legionarios y periodistas, fueron un acto en defensa de la dignidad, la justicia y la libertad. Para Gómez, más que un acto de coraje o valentía, es un acto de expiación. La palabra es muy adecuada porque Unamuno era una persona de gran espiritualidad, aunque no necesariamente religioso. El reconocimiento de este trágico error, pagado con remordimiento y quizá la muerte, ha terminado por convertirse en el verdadero motor del espectáculo. La conocida dualidad existencialista de Unamuno se plasma en el espectáculo mediante un juego de espejos que permite a actor que interpreta a Unamuno dialogar con el personaje real y mostrar y analizar sus inquietudes. El texto de la obra, editado por Oportet y prologado minuciosamente por Colette y Jean-Claude Rabaté, se puede adquirir en el teatro. Con motivo de La Noche de los Libros, el próximo viernes 26 de abril, José Luis Gómez estará firmando ejemplares tras la representación.
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Como perfecto contrapunto a la figura de Unamuno, José Luis Gómez volverá a encarnar al político, escritor y pensador Manuel Azaña, presidente de la Segunda República entre 1936 y 1939. Un reencuentro con el hombre que lleva acompañando su trayectoria profesional desde los años ochenta —su primera puesta en escena tenía lugar en 1988 en el CDN, recibiendo el Premio Nacional de Teatro, y antes, en 1980, había montado su mítica Velada en Benicarló—. Azaña es un espectáculo sobrio, centrado en la palabra, con pocos elementos escenográficos y un sutil pero importante refuerzo musical —Azaña era un gran melómano—. El discurso del alcalaíno se organiza en este espectáculo según tres grandes ejes temáticos: el autorretrato y su propia figura pública, la reflexión sobre la historia de España —el régimen republicano, laicismo y Guerra Civil—, y la disertación sobre el arte y el paisaje españoles. Denostados, olvidados y enfrentados ideológicamente, Unamuno era un hombre de pensamiento, mientras que Azaña luchaba desde la acción política. Su concepción de España estaba muy bien ajustada a la realidad política, a la defensa apasionada de la libertad y la democracia. Para mantener viva la Memoria Histórica, conviene recordar su templanza y su lucidez. Este espectáculo no pretende ser una reconstrucción histórica ni un juicio de la actuación política de don Manuel Azaña. Corresponde esta tarea a los historiadores, primero, y también a los ciudadanos, a cualquier ciudadano español interesado en conocer su pasado, la raíz de su situación actual, explica Gómez. En la piel de don Manuel Azaña, el actor, contenido y elocuente, reta al espectador en un constante claroscuro.
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