José Luis Alcobendas y Carlos Martos se incorporan al reparto en esta tercera etapa
El pasado 14 de septiembre el Teatro de La Abadía inauguraba la temporada 2016/17 con una obra clave del siglo XXI: Incendios, de Wajdi Mouawad. Desde su estreno más de 60.000 espectadores han visto ya el montaje de Mario Gas, sumando sus dos pasos por La Abadía y la extensa gira. El rotundo y unánime éxito cosechado desde el estreno, con el apoyo indiscutible de la crítica y el público, que agotó las entradas para sus dos exhibiciones previas, ha propiciado el regreso, de nuevo muy esperado, de Incendios a Madrid para abrir temporada por segundo año en La Abadía. Esta producción de Ysarca y Teatro de La Abadía, en colaboración con Teatro del Invernadero, podrá verse por última vez en la Sala Juan de la Cruz del 7 de septiembre al 8 de octubre.
Incendios sigue contando con un reparto extraordinario, encabezado por Nuria Espert, a la que en esta ocasión acompañan José Luis Alcobendas, Lucía Barrado, Alberto Iglesias, Carlos Martos, Laia Marull, Candela Serrat y Germán Torres.
En esta tragedia contemporánea llena de evocaciones clásicas, estrenada originalmente en Canadá, de la mano de Mouawad, autor-director de origen libanés, los personajes luchan contra un destino que les confronta sin remedio con el pasado. En la obra podemos distinguir claramente dos planos que se entrelazan: el del conflicto bélico por un lado, y el de la búsqueda de la identidad por otro: el desarraigo de quien vive en tierra extraña y la necesidad de conocer y confrontar el pasado.
Incendios cuenta tres historias emparentadas: la de Nawal (interpretada por Espert y Marull, en diferentes edades) desde que se enamora del joven Wahab y se queda embarazada, hasta su muerte; la de su primer hijo, del que la separan nada más nacer y a quien busca, incansable, durante toda la vida; y una nueva búsqueda emprendida por sus hijos gemelos para llegar a la verdad de su pasado, a la verdad de Nawal, que representa a la mujer de cualquier país en guerra —violada y humillada— pero también la historia de todo un país. En ningún momento se señala de forma explícita el país y o el trasfondo bélico en el que desarrolla la historia, pero todo apunta al conflicto en Oriente Próximo.
La trama comienza con la muerte de Nawal. Y en ese mismo día, en la lectura de su testamento, ella abre la puerta a su silencio y a sus secretos, a los misterios dolorosos de una familia, porque como afirma el propio Mouawad “somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada”. Ha dejado a sus gemelos, Jeanne y Simon, un cuaderno rojo, una chaqueta de tela verde y dos sobres que comportan una petición llena de consecuencias, como otras tantas cajas de Pandora, orígenes de males y maravillas, cuyo contenido arrastrará a los gemelos hacia un pasado desconocido, hacia un continente lejano, hacia un segundo nacimiento. “La infancia es un cuchillo clavado en la garganta. No se lo arranca uno fácilmente” prosigue el autor. “Solamente las palabras tienen el poder de arrancarlo y calmar así la quemadura”. Porque Mouawad es un iluminador, un incendiario, pero del fénix que renace de sus cenizas. Incendios habla de ese renacer, del origen y de los fuegos que a veces hay que sembrar para encontrarse con uno mismo.