Wunschkonzert (Concierto a la carta)

Sobre la obra

Franz Xaver Kroetz observa los hábitos rutinarios de una mujer solitaria, la señorita Rasch, y Thomas Ostermeier pone en escena el monólogo interpretado por Anne Tismer. Los textos nostálgicos de las canciones del concierto a la carta y los deseos de esas personas que solicitan canciones crean una vinculación con la banalidad de lo cotidiano. El suicidio de la protagonista se integra a su cotidiano, se efectúa en silencio y parece dado por sentado como el final de este viaje hacia el final de la noche. “Me gusta imaginarme que me reencuentro con la heroína del autor sueco 20 ó 30 años más tarde, recién salida de la cárcel, como testimonio de la nueva situación de las mujeres que viven solas”, expresa el director del espectáculo.
“En la mayoría de los casos, el suicidio se produce dentro de las reglas. El suicidio, cuyos preparativos no difieren de las costumbres y aparenta una ocupación supuestamente normal, se cumple con el mismo amor al orden, burgués y mudo, vacío, como la vida que lo ha causado. Puede ser un espejo de la vida de unos de nosotros, con sus expectaciones no cumplidas, sus esperanzas sin salidas, sus sueños mezquinos; puede documentar su incapacidad para liberarse de la esclavitud de la guerra económica, puede mostrar que su vida triste donde a veces se vegeta se parece a la de las bestias. Como ellas, proyectan su desamparo en su comportamiento de mutismo, lleno de orden, de sufrimiento, de aceptación ciega, de explotación y de esa prohibición que les lleva al derrumbamiento. Si la fuerza de esta explotación y de esta opresión no se dirigiese hacia los oprimidos tendríamos entonces una situación revolucionaria. Pero, de hecho, sólo tenemos numerosos casos de pequeños suicidios y de crímenes locos”, afirma Kroetz.