Hablamos con el director de la adaptación teatral de la conocida película de Luis García Berlanga y Rafael Azcona y creador de El Espejo Negro
Ana Mª Caballero
El Teatro de La Abadía acoge, a partir del 13 de marzo, la adaptación teatral de El verdugo, representada con marionetas gracias a la compañía El Espejo Negro. La película de 1963 que firmaran al alimón Luis García Berlanga y Rafael Azcona, – ganadora del Premio FRIPESCI del Festival de Venecia ese mismo año -, adopta ahora forma sobre el escenario en una versión que Ángel Calvente, director de la propuesta, define como “una obra teatral que destila a raudales humor amargo y desgracias ajenas. Esta comedia negra está plagada de ellas. Es fácil reconocerse y empatizar con un protagonista que se ve obligado a vivir una vida que no quiere ante la falta de otras perspectivas”. Hablamos con él en esta entrevista.
PREGUNTA: Son 35 años de historia de la compañía El Espejo Negro. Si echas la vista atrás ¿qué balance haces?
RESPUESTA: Han sido años duros, pero muy positivos. De crear historias propias y navegar a contracorriente. Desde su fundación quise crear un teatro de marionetas para adultos y dignificarlas. Si miro hacia atrás, el balance que hago es positivo porque a lo largo del camino han pasado cosas maravillosas. He creado un universo muy particular de este mundo de las marionetas. Es algo gratificante. Una lucha constante.
P: ¿Cómo definirías El Espejo Negro?
R: El Espejo Negro soy yo. Es un agujero negro que lo traga todo y que devuelve luz, risas, llantos, desmonta tabúes y te lleva a mundos desconocidos. Es mi vida, mi mundo, mi cabeza.
P: Tus producciones siempre han sido para el público adulto, pero hubo un tiempo en que lo familiar cobró un sentido importante en vuestra carrera. Ahora con El verdugo volvéis la mirada al público mayor. ¿Qué diferencia hay entre crear con títeres para unos o para otros?
R: Básicamente es lo mismo. Cuando escribo para público adulto o público infantil le pongo las mismas ganas, la misma actitud. Solo cambia el lenguaje, ya que en el caso del primero hablo de una forma más libre porque puedo llegar mucho más allá, puedo retorcerlo. Con los pequeños hablo igualmente de temas muy actuales, no me escondo, creo que no debe haber temas tabúes con ellos ni se debe menospreciar su inteligencia hay que darle alas, pero mido más el lenguaje, lo hago más cercano, ese es el secreto.
P: ¿Qué te lleva a fijarte en El verdugo de Luis García Berlanga y Rafael Azcona para hacer una adaptación teatral con marionetas?
R: La primera vez que me encuentro con esta película es en mi adolescencia. Me impactó mucho, la historia, cuando llevan a José Luis a rastras para dar muerte al reo, y cruza la mirada con este. El miedo está en los dos. Esta escena y la película me dejó como “chocao”. Se me quedó en el subconsciente. Así es como desde hace casi diez años empecé a pensar en adaptar la película, pero me eché para atrás, porque no me vi suficientemente “valiente”, porque cuando empiezas a leer el guion de Azcona y Berlanga, te impone. Dos años antes del 60 aniversario del filme, en 2021, vuelve a martillearme la idea de llevar a cabo la versión y ahí empecé a remover todo lo que había hecho hasta el momento para llegar al estreno en 2023. Es importante para los creadores tener claro lo que queremos hacer y ver qué peajes estamos dispuestos a hacer. Es mejor parar y respirar antes de lanzarnos.
P: ¿A qué retos te enfrentaste para llevar a cabo esta adaptación?
R: El reto más complicado era adaptar del lenguaje cinematográfico a las marionetas. El tempo y el lenguaje de estas es diferente; es más ligero, en ocasiones, que el del actor de carne y hueso e influye también su movimiento sobre el escenario. Tenía claro que no quería mutilar el guion original de Berlanga y Azcona, no quería dejar de ser yo y tampoco quería perder el alma de El Espejo Negro.
P: ¿Cuánto te llevó el proceso de creación de las marionetas?
R: En crear todas las marionetas tardé unos nueve meses. Cada uno de los personajes principales tienen cuatro avatares porque durante el espectáculo va pasando el tiempo, cambian de escenario y, por lo tanto, deben tener diferente vestuario, cambiar sus peinados. En ese sentido, se ha hecho un trabajo formidable de investigación sobre la moda de la época.
Para interpretarlos, habitualmente recurro a los mismos actores y actrices porque entender su mecanismo es fundamental. A través del movimiento ellas sienten, padecen, ríen, lloran, viven. Necesitan esa transmisión de energía del actor a la marioneta y de esta al público. No obstante, cuando me pongo a trabajar en un nuevo espectáculo sí suelo hacer un casting. Cada obra de nueva creación debe ser interpretado de una manera u otra.
P: ¿Crees que podemos extraer una lectura actualizada de los hechos que se narran en la película y por ende en la obra?
R: Yo creo que sí. Hoy estamos en una España que mira con ojitos enamorados a tiempos pasados, a una España gris, con hombres y mujeres sin futuro. Hay mucha gente alzando la voz por aquella España gris de ricos y pobres, de la mujer en casa planchando, el marido hombretón buscándose la vida, teniendo que hipotecar su vida por tener un pisito o una moto. La obra te lleva a ese mundo y el público debe ver el sufrimiento de esa España que refleja El verdugo. Al mismo tiempo nos traslada también al garrote vil, a la pena de muerte que hasta la llegada de la democracia en 1978 estuvo vigente en la Constitución. Por eso, El verdugo te retrae y te trae te lleva y te enseña.
P: ¿Cuál ha sido la acogida de ‘El verdugo’ y qué esperas que se lleve el público de La Abadía?
R: La acogida en aquellas ciudades donde se ha representado (Málaga, Granada, Almería, Córdoba, Segovia, Zamora, Valladolid, Palencia, Huesca, Molina del Segura en Murcia, Valencia, Langreo en Oviedo, Navarra, Barcelona, A Coruña o Vizcaya…) ha sido de sorpresa y de alegría. Por un lado, está el público que no ha visto El verdugo y luego están los seguidores de Berlanga que conocen perfectamente la película. En un principio tenía miedo de los últimos, temía que saliera desencajado, pero en los dos casos la recepción de la obra es de sorpresa y de entusiasmo y creo que lleva al público a salir pensando. Además, considero que la adaptación ayuda a mantener y a refrescar la historia y aunque hay momentos muy trágicos, esa mezcla imposible de marionetas y cine hace que la gente entre y se convierta. Así que llegar ahora, por primera vez a Madrid y a La Abadía nos hace mucha ilusión porque este teatro representa un lugar muy potente e importante en el ámbito de las artes escénicas y esperamos que el público salga igualmente conmovido.