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El público, de Lorca, dirigida por Àlex Rigola, estreno nacional en el Teatro de La Abadía

Se trata de una pieza de enorme belleza poética que habla sobre el amor, la identidad y el arte

 

El público, de Lorca, con dirección de Àlex Rigola llega al Teatro de La Abadía. Se trata del estreno absoluto de este espectáculo, una coproducción entre La Abadía y el Teatre Nacional de Catalunya, que permanecerá en cartel hasta el 29 de noviembre. Una ocasión para adentrarse en la indómita imaginación del poeta granadino, que brinda un texto de gran belleza poética sobre la honestidad en el plano personal y artístico. El numeroso reparto está compuesto (por orden alfabético) por Nao Albet, Jesús Barranco, David Boceta, Juan Codina, Laia Duran, Irene Escolar, María Herranz, Jaime Lorente, David Luque, Pau Roca, Pep Tosar, Jorge Varandela, Nacho Vera y Guillermo Weickert.

Escrita en su mayor parte en Cuba, permaneció inédita hasta 1976, cuando fue publicada en versión incompleta. Ya el título de la obra evidencia la centralidad de la figura del público, y es altamente premonitorio e inquietante, pues la pieza reflexiona sobre ese gran desconocido, ese colectivo anónimo, que asiste a la representación teatral que sucede fuera de escena, el que nosotros, los espectadores reales, nunca llegamos a ver. Lorca quiere que el público se vea reflejado como en un espejo, y en cierto modo denuncia —crítica compartida en el contexto europeo vanguardista de la década de 1920— al público convencional, es decir, a “la burguesía frívola y materializada, que no quiere que se les haga pensar sobre ningún tema moral”. 

Toda la vida artística de Lorca acusa este dilema interior entre escribir a gusto del público para “hacerse respetar” o “romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor”.

“¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro!”, exclamaba el poeta en esta obra, con la que aspiraba a iniciar un nuevo camino. Y de eso habla El público: del valor para romper con el pasado, con las inercias, la tradición, la represión —tanto en plano artístico como en el afectivo— y emprender aquello que uno realmente desea. Además de hablar de teatro el texto habla también del deseo a través de un juego de máscaras en el que se superponen ficción y realidad, en el que las identidades se encuentran en continua metamorfosis, persiguiendo sin cesar la Autenticidad, la Honestidad y la Libertad.

El público plantea una doble trama: la ya comentada artístico-social y otra amoroso-íntima, donde se sirve de la homosexualidad para reivindicar el amor como suceso esencial que se manifiesta más allá de los márgenes de lo establecido, y que supera las barreras de identidad, género, voluntad humana o convencionalismos que lo constriñen.

El espectáculo podrá verse a continuación en el  Teatre Nacional de Catalunya desde el 19 de diciembre.

 

 

 

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