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Pablo Messiez se estrena en La Abadía con ‘He nacido para verte sonreír’, un texto de Santiago Loza

El montaje podrá verse en la Sala José Luis Alonso del 1 al 19 de marzo

Desde el próximo 1 de marzo podrá verse en la Sala José Luis Alonso He nacido para verte sonreír, una producción del Teatro de La Abadía y el uruguayo Ignacio Fumero Ayo. Es el nuevo y esperado montaje de Pablo Messiez, con Isabel Ordaz y Nacho Sánchez como protagonistas.

Otro de los grandes alicientes de esta producción será ver representado en España por primera vez un texto de Santiago Loza, figura clave de la dramaturgia actual en Latinoamérica y uno de los autores contemporáneos más representados en Buenos Aires. Un maestro en retratar personajes femeninos, con misterio, y delicadeza. Un testigo minucioso que recrea universos íntimos sirviéndose de la cultura popular. Una mirada singular que revela la extrañeza, la maravilla y el horror que habita en lo cotidiano. Santiago tiene una capacidad esencial de trasladar realidades muy complejas de una manera muy sencilla, con un impacto emocional muy fuerte. Elige las palabras con cuidado, sin dotarlas de interpretación para que el prejuicio no capture la idea, para no dejarse llevar por la censura a la hora de retratar a sus personajes.

En escena, una madre se despide de su hijo mientras aguardan al padre que vendrá a buscarlos enseguida para partir a un largo viaje. De alguna manera el hijo ya se fue hace tiempo: se encerró en sí mismo, en una cápsula de hermetismo. El padre ha de llevarlo a un hospital y dejarlo internado para que se cure de su trastorno mental.

En este tiempo de espera, la madre busca palabras para despedirse, sin recibir respuesta alguna de parte del joven. Los recuerdos le golpean, insistentes, evocando así ante él y ante el público la historia de una mujer desesperada, una mujer que ha nacido únicamente para ver sonreír a su hijo. Un hijo que no solo no sonríe, sino que permanece ausente, ido, o tal vez habite un mundo para los demás humanos inaccesible.

Para Messiez la pieza “es una perlita a la vez delicada y feroz. Un “melodrama de madre” contemporáneo. Un gran bolero. Un encuentro con la  necesidad de estar cerca, de entender qué hay antes o después de las palabras”.

En palabras del propio Loza “la obra, a través de la mujer que desespera, intentar dar luz a los afectos, a los que más duelen, que también suelen ser  los que más importan. Una inmensa piedad oculta que expone lo amoroso, y desearía que quienes se acerquen, puedan conmoverse con esta historia tan cercana y frágil”. 

“Soy otra cosa que no sé”

Esta frase supone una especie de revelación en la obra. Refleja directamente el misterio esencial que somos cada uno de nosotros, el misterio que también son los demás, y la posibilidad / imposibilidad de entendernos, conocernos, de saber quién es el otro, qué necesita, qué hace o qué quiere decir cuando dice o hace tal cosa…

En el montaje no se alude al posible trastorno de manera clínica o documental, sino en clave poética. El chico simplemente tiene una percepción distinta de la realidad, a la par que es percibido como distinto por los demás. Su visión y su escucha le hacen tener una mirada quizá más incisiva sobre la realidad, sobre cosas que a nosotros se nos escapan por cotidianas. Pese a que haya una sola persona que habla en He nacido para verte sonreír, no se debe considerar como un monólogo.

Otro de los aciertos del texto de Loza es hacer de la madre, un personaje absolutamente contradictorio. Hasta su modo de hablar es fiel reflejo de su paradoja: pasa de lo cotidiano, de las costumbres del hogar, a lo misterioso y arcaico, convirtiéndose en un personaje de tragedia que de repente decide alejar a lo que más quiere de su lado. De lo más conservador se mueve a lo ideológicamente cuestionable, porque lo inesperado es otra de las claves de la pieza. Todos tenemos nuestros monstruos, esas cosas que solo nosotros sabemos qué hacemos. Todos somos un misterio enorme, pero vivimos fingiendo normalidad para funcionar en sociedad. El texto cuestiona la locura y sus límites, profundizando en la complejidad de las relaciones humanas.

El espacio escénico también habla sobre la contradicción de los personajes. Superposición de dos mundos: el ama de casa, la cocina y el orden doméstico, en contraposición a las ramas, lo boscoso, las sombras que expresan lo inaprensible, el misterio, lo que no se sabe…Dos mundos y dos discursos que dialogan.

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